LA ESTRATEGIA DE LA ARAÑA

De la araña o de la erosión, que viene a ser lo mismo. Se trata de ir socavando las instituciones, entrando en ellas, directa o subrepticiamente, para ir emponzoñándolas hasta que mueran por efecto de ese veneno que, poco a poco, casi inadvertidamente, se va infiltrando por sus venas, paralizándolas, cambiando su naturaleza, impidiendo que desempeñen su función. Un «golpe líquido» o «golpe blando» podríamos decir.

Curzio Malaparte, en su obra, “Técnicas de golpe de Estado” (1931), señala como elementos constitutivos de tal acción: Operación ilícita, ejecutada desde instituciones de poder, contra el poder legítimo, dirigida a alterar o modificar la estructura del Estado. No se necesita mucha gente para ello. Según Malaparte basta con que unos mil técnicos bloqueen las capacidades del Estado y hagan creer a la mayoría de la población y a los órganos públicos que ello es lo adecuado y que deben mantenerse neutrales o apoyar el golpe directamente. De hecho, entre funcionarios serviles y contratados “ad hoc” directamente o por las asociaciones afines, los amantes del «golpe blando» quizás cuenten con más de 30.000 personas que únicamente trabajan para esto. A Malaparte le sobran 29.000, así que podemos esperar cualquier cosa.

No es tampoco necesario, como se afirmaba en la teoría política clásica hasta hace relativamente poco tiempo, el uso de la fuerza para estar ante un golpe de Estado. El controvertido periodista Thierry Meyssan describe en sus artículos, examinando lo acaecido en diversos países, la doble moral que está en base del golpe; por una parte, se organiza un proceso de movilización que comporta la división de la sociedad mediante la realización de acciones radicales no directamente violentas y, por otro lado, se efectúan acciones más o menos clandestinas, de modo que lo que denomina “trabajo sucio” es llevado a cabo por gente de buena fe, que no se da cuenta de la manipulación de que son objeto; este autor describe también las etapas preparatorias, que comportan la propaganda continuada para deslegitimar a las autoridades, el “calentamiento” oportunista de la calle, el uso de diversas formas de lucha y la preparación para la resistencia a la acción del poder primigenio.

Similares observaciones se contienen en la obra del politólogo estadounidense Gene Sharp. El golpe, en su opinión, viene precedido por una etapa de creación de malestar social en torno a un tema o una política determinada, seguida de otra en la que se descalifica a las instituciones acusándolas de violar los derechos democráticos, lo cual va a generar la realización de intensas campañas manipulativas para movilizar a la sociedad y conseguir, de este modo, desestabilizar al gobierno, crear un clima de ingobernabilidad y obtener la renuncia de los gobernantes.

De este modo, no es necesario contar con la mayoría. Una minoría bien organizada, situada en puestos estratégicos, puede llevarse el gato al agua sin que el resto se decida a pestañear. La araña ha ido tejiendo su tela, envolviendo melifluamente a sus víctimas y, saliendo de los recovecos de la primera fase, tomando posesión del suculento manjar que para ella representa el ejercicio de ese poder contaminado.

Si a todo ello le añadimos la excepcionalidad que ha deparado la pandemia, facilitando un ejercicio del poder directo y disponiendo de sumisos, cuando no cómplices, medios de comunicación, no es de extrañar que, uniendo a todo ello el miedo, racional o irracional, provocado por la crisis que padecemos y el control, directo e indirecto, a que estamos siendo sometidos, estemos ante un universo que pensábamos distópico pero que, sin embargo, se está manifestando a la vuelta de la esquina.+2


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