19 DE AGOSTO DE 1934. REFERÉNDUM DE LEGITIMACIÓN DE LOS PLENOS PODERES DE HITLER

Tras la denominada Ley Habilitante, que orillaba la Constitución de Weimar para crear el nuevo Reicht, Hitler quiso que mediante referéndum se legitimara la asunción de plenos poderes, concentrando la Jefatura del Estado con la Presidencia del Gobierno. Se arrogaba, además, la decisión sobre el nombramiento de su sucesor.

En el referéndum, un 95,7% de los votos emitidos, dieron respaldo a la iniciativa de Adolf Hitler. De los 45.552.059 alemanes llamados a votar, fueron registrados un total de 43,568.886 votos. Repartidos en 38.394.848 votos a favor, un 88,1%. En contra un total de 4,300.370 votos, un 9,9% y 873.668 votos en blanco o nulos un 2%.

La pregunta que se hizo a la población era la siguiente: ««El cargo de Presidente será unido con el de Canciller. Consecuentemente todas las antiguas prerrogativas del Presidente serán transferidas al Líder y Canciller Imperial Adolf Hitler. Él mismo nombrará a su sucesor o sustituto. Usted, ciudadano alemán o alemana, ¿aprueba el procedimiento previsto por la Ley?»

Cabe preguntarse si tenía mayor legitimidad Hitler después del referéndum que antes del mismo. No cabe duda de que la inmensa mayoría del pueblo alemán apoyó a su Fürher. Muchos por convicción, otros por desconocimiento, los más influidos por una intensa propaganda manipulativa. Fue, precisamente, en esa época en la que la propaganda, especialmente a través de medios de comunicación, tomo cartas preferentes en la búsqueda de influencia política. Además de la escenografía, tan bien estudiada y puesta en práctica, intimidatoria por una parte, cohesionadora por otra y siempre emotiva, que provocó adhesiones multitudinarias al tiempo que se condenaba al ostracismo, cuando no a cosas peores, a quienes no se sintieran identificados con el régimen. El incendio del Reichstag, en 1933, la «noche de los cuchillos largos», pocas semanas antes del referéndum, contribuyeron a preparar el camino que se avecinaba, que ya estaba aderezado con el control de la educación y la propaganda (recordemos a Goebbels y a Leni Riefenstahl, tan eficaces y queridos no sólo por sus correligionarios).

Despues, a medida que el estado totalitario consolidaba la recuperación económica, vinieron las racistas Leyes de Nüremberg (y su culminación en el Holocausto), la puesta en práctica del Anschluss (anexión de Austria, y luego Hungría, Checoeslovaquia, Polonia….) buscando esa Gran Alemania que latía oculta hasta el momento…

El nacionalsocialismo no paró hasta que fue derrotado militarmente en la Segunda Guerra Mundial. Buena parte de los alemanes no fueron conscientes hasta entonces de dónde y cómo estaban viviendo. La reconstrucción de Alemania no ha tenido que ser sólo económica y política sino también social. No en vano ese referéndum masivo de 1934 había pretendido dar una pátina de legitimidad a todo lo que vino luego.

No es, pues, extraña la «alergia» germana a los referéndums….


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