LOS CUENTOS Y LAS CUENTAS

LOS CUENTOS Y LAS CUENTAS

Traigo a colación el título del famoso libro de Josep Borrell, pero no para referirme a cuestiones económicas, sino de cuentos que nos cuentan y cuentas reales de matemática parlamentaria que sería necesario abordar dejando de lado la gran ineptitud política que algunos demuestran.

No ha sabido, nuestra clase política mandante, ni salir «mejor» de la pandemia ni ofrecer resultados que permitan vislumbrar un futuro que no sea, rememorando ahora a Churchill, de sangre, sudor y lágrimas. Al menos, podríamos ahorrarnos las lágrimas, si de una vez por todas se impusiera la sensatez necesaria para relanzar la situación socio-económica en buena dirección, al tiempo que hacer frente a las cuestiones directamente relacionadas con la crisis sanitaria.

No se entiende, en ningún lugar civilizado, que cargos públicos usen lenguaje barriobajero, como cuando el Vicepresidente del Gobierno hace alusión a que «si a alguien le produce urticaria» verle sentado en el Gobierno, que use «pomadita». Eso es elevar la política a sarpullido. Y denota qué concepto tiene alguien con mucho poder acerca de lo que son las relaciones gobierno-oposición. Desde luego, no concuerdan con las que son intrínsecas al concepto de democracia.

Nos cuentan cuentos, cierto. Nos dicen los de ERC que sin ellos se acaba la legislatura cuando no es cierto ni de lejos. Porque una cosa es que fueran necesarios para la investidura y otra que lo sean para que la legislatura continúe. No son precisos sus votos si se consiguen en otros caladeros, y lo saben, por eso presionan para que sus aspiraciones reales, no las que pretenden aparentar, se hagan realidad, mediante una «mesa de negociación» situada en la más rotunda alegalidad, cuando no ilegalidad por tener como fin algo que no es constitucionalmente plausible, que es, como reconocen explícita o implícitamente, la independencia de Cataluña. De modo que no se estresen, no confundan los cuentos con ensoñaciones.

Y a nadie les salen las cuentas, porque todos, o prácticamente todos, las están realizando desde el más estricto cortoplacismo, sin ser capaces de elevar la vista y pensar en cómo relanzar, no ya la economía, que también, sino a la misma democracia.

Que no sean capaces, entre todos, de afrontar la peor crisis a la que hemos tenido que hacer frente, puesto que además de lo sanitario y lo socio-económico, tenemos el reto de dar una solución a la «La grande bouffe» en que se está convirtiendo la política, en la que vemos que algunos que se sientan a la mesa ni tan siquiera disimulan que están dispuestos a darse el atracón de su vida, puede convertir el festín en ese suicidio colectivo tan magistralmente plasmado por Marco Ferreri.

Pongan Vds. nombre, porque yo no lo voy a hacer pese a las tentaciones que tengo, a los equivalentes a Marcello Mastroianni, Ugo Tognazzi, Michel Piccoli o Philippe Noiret. O vayan a Carcasonne, cuando se abran las fronteras, porque ahí tienen Vds. un restaurante con ese mismo nombre donde, al menos, podrán disfrutar del cuento y pagar la cuenta correspondiente sin tener los remordimientos que deben de tener, o no, los protagonistas de «nuestra» película.

Bruselas, a 26 de mayo de 2020


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