POLÍTICA FLORENTINA

Cuando Maquiavelo nos obsequió (digo «nos» porque incluyo en su intención a las futuras generaciones) con «El Príncipe», tenía en mente la política de geometría variable de Fernando de Aragón, que tantas ventajas le fue otorgando a lo largo de su dilatada relación con el poder «cuasiconfederal» que supo establecer para emerger como figura central en el marco de esos Reinos peninsulares del momento, realpolitik que analizó con tanta maestría el florentino. Pactar con unos para descabalgar a otros, establecer círculos nada concéntricos para que resulte difícil establecer criterios de comparación, ocultamiento de intenciones reales con representaciones cuasi teatrales o adelantarse a un aparente win-win cuyos indicadores son de imposible averiguación, constituyeron elementos de un manual de realismo político insuperable.

Pues ahí estamos, con los nuevos «príncipes» de la política. Pactan bilateralmente lo que les conviene sin tener en cuenta si es lo que conviene al conjunto. Introducen sus decisiones en contextos jurídicos que nada tienen que ver con el contenido de sus acuerdos. Rompen el modelo legalmente establecido, en el que la bilateralidad debe acomodarse a lo que no afecte al conjunto y lo multilateral se obvia porque todos tendrían acceso, como mínimo, a saber de qué se está hablando.

Si continuamos por ese camino, orillando lo que institucionalmente tenemos regulado, Conferencias bilaterales, Conferencias Sectoriales, Conferencias de Presidentes, Consejo de Política Fiscal y Financiera…. que son los instrumentos básicos, de estructura federativa, para sustituirlos a la florentina manera, no tendremos otra que situar a España dentro de lo que Loewvenstein denominaba países con «Constitución semántica», es decir, aquellos cuyo marco constitucional no se corresponde con los hechos institucionales. Lástima de trabajo que nos dimos en los setenta……

Bruselas, 1 de junio de 2020


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