SOBRE LA LEY DE MEMORIA HISTÓRICA Y EL DESEADO FIN DEL GUERRACIVILISMO

En «La Razón» me pidieron que diera mi opinión acerca de la Ley de Memoria Histórica. Como digo en el reportaje, es más como se aplica e interpreta lo que no ayuda a la concordia. No se tiene en cuenta la formación del consenso que presidió la Transición y la elaboración de la Constitución de 1978, precedida de amnistías que posibilitaron la integración de quienes habían sufrido cárcel y exilio en el sistema constitucional del que nos dotamos en aquel momento. Además, con el desconocimiento que se tiene sobre la Historia, la demagogia que se hace acerca de toda esta cuestión cala en forma desmesurada, sobre todo entre los jóvenes.

Transcribo, a continuación, la entrevista y añado el enlace a la publicación.

ENTREVISTA: 

¿Crees que tal y como se está planteando la ley de Memoria Histórica
ayuda a esta concordia?

Aunque la Ley de Memoria Histórica tiene puntos discutibles, más que la propia ley lo que pienso que no ayuda a la concordia es la forma en que se interpreta y aplica. Se usa como arma arrojadiza y no como instrumento de reconciliación. No se quiere tener en cuenta la formación del consenso que presidió la Transición y la elaboración de la propia Constitución de 1978, precedida de amnistías que posibilitaron la integración de quienes habían sufrido cárcel y exilio en el sistema constitucional de que nos dotamos en aquel momento. Además, con el desconocimiento que se tiene sobre la Historia y sobre cómo funcionan los regímenes democráticos, la demagogia que se realiza muchas veces acerca de toda esta cuestión cala en forma desmesurada, sobre todo entre los jóvenes.

Todos los países que han sufrido una dictadura, una guerra, han tenido que extraer lecciones de su propio pasado. Recordemos al respecto lo sucedido en Alemania, o en Francia o Italia, donde el enfrentamiento no sólo entre países, sino el propio enfrentamiento interno, originó que se tuvieran que hacer nuevas constituciones tras la Segunda Guerra Mundial, basadas en principios y valores comunes, el Estado de Derecho, la democracia y los derechos humanos, inspirados en los del Congreso de la Haya de 1948, origen del europeísmo democrático actual. Y que se formularan conceptos, como el del patriotismo constitucional, para realzar los derechos de ciudadanía como fundamento del sistema democrático. Todo ello dirigido a cohesionar a la ciudadanía sobre la base de los principios que he mencionado.

No veo que sea esa la interpretación y aplicación que se realiza sobre la Ley de Memoria Histórica. Es más, se ha hablado de memoria histórica como “imagen del pasado públicamente construida” (así lo afirmó el Comisionado de programas de memoria del Ayuntamiento de Barcelona), indicando con ello que con esta definición se “construye”, es decir, que se reinventa, “públicamente”, es decir, abierta y notoriamente, lo que en realidad sucedió. Esto no es memoria histórica. Es manipulación de la Historia.

Para qué fuera una ley efectiva tendría que estar más enfocada a los
dos bandos?

Desde la Unión Europea se obliga a las autoridades internas a no revictimizar, en forma directa o secundaria, a las víctimas (Directiva 2012/29/UE, transpuesta en España mediante la Ley 4/2015, de 27 de abril, del Estatuto de la víctima del delito), a respetar su dignidad y a tomar todas las medidas necesarias para su resarcimiento, no sólo material sino también moral, en un contexto no sólo procesal sino también extraprocesal. Las Naciones Unidas, consideran también que el apoyo y protección a las víctimas debe incluir sistemáticamente su reconocimiento social e institucional (Sesión del Consejo de Seguridad del 21 de octubre de 2015). Y cuando se dice víctimas se hace una referencia a todo tipo de víctimas, no sólo hacia un tipo determinado de ellas. De ahí que no se pueda legislar en forma unilateralmente teledirigida a sobredimensionar las víctimas de un “bando” sobre las víctimas del otro, sean los que sean los “bandos”.

¿No es un modo de tener la guerra siempre presente?

Quienes no tienen en cuenta su Historia, muchas veces se ven obligados a repetirla. El problema no está en tener presente que nuestra Historia reciente ha estado jalonada de guerras civiles. Recordemos el siglo XIX, con las Guerras carlistas, el siglo XX, con la Guerra del 36 al 19. Y la guerra ideológica, la de los “dos bandos” del poema de Machado, que quisimos que terminara con la reconciliación y el consenso de la Transición.

Por lo visto, algunos, que ni tan siquiera vivieron aquellos años, tienen su propia concepción de lo que “pasó”, sin tener en cuenta el más mínimo rigor histórico. Afirman, incluso, que es necesario “establecer la memoria democrática” mediante un proceso que precisa de una “mirada crítica”. La memoria es la memoria, sin adjetivos. Y la crítica se establece mediante indicadores científicamente establecidos.

No se puede “reconstruir reinventando”, sino que lo que haya sucedido tiene que analizarse sobre la base de lo investigado por quienes tienen acreditada la condición de investigadores, que siguen métodos contrastados y que no se dedican a “inventar” o “reinventar” los hechos acaecidos.

La memoria se sustenta en hechos contrastados. Y la interpretación sobre los mismos sigue también métodos contrastados. Los hechos veraces y su contraste han de presidir el relato, tanto sobre la Guerra Civil como sobre cualquier otra circunstancia histórica. No las “opiniones” de pretendidos expertos, tan en boga últimamente, que sin ningún tipo de rigor, pretenden llegar a “verdades establecidas” por una recreación interesada que a nadie beneficia.

ENLACE A LA PUBLICACIÓN:

https://www.larazon.es/espana/teresa-freixes-fin-del-guerracivilismo-BK21186997?fbclid=IwAR1rOyzIHAKTdy9wUO7tW7A9rAIc8vs6CaKZEI1V5-3pG_Qn6gr9L6U9zu8


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