LOS GOBIERNOS DE COALICIÓN: NO BASTA CON LA SUMA DE ESCAÑOS. SE NECESITA COINCIDIR EN LAS POLÍTICAS

<<…el presidente en funciones sabe a la perfección que el líder de Unidas Podemos es solo la expresión – quizás la peor pero solo la expresión – de un partido político en quiebra técnica a cuya dirección no responden ni las bases – véase la consulta con la militancia escasa en sufragios y dividida en criterio – ni los mandos territoriales, como se acaba de acreditar …>>
José Antonio Zarzalejos. En «El Confidencial», 20 de julio de 2019.

Y yo añado:
La democracia no consiste sólo en votar y en contar escaños. La democracia se legitima cuanto más por el mayor grado de consenso que haya generado, política y socialmente, dentro del marco legal, porque la democracia, es básicamente, procedimiento. Desde que las revoluciones liberales liquidaron el absolutismo del Ancien Régime, la democracia se fundamenta en una toma de decisión articulada mediante procedimientos preestablecidos. Y desde que, tras la Segunda Guerra Mundial, el mundo civilizado se dotó de unas reglas comunes de convivencia que se han ido extendiendo por los Estados de nuestro entorno, además del respeto a los procedimientos legales, los derechos y los deberes de todos se han venido plasmando en textos constitucionales, entre los cuales el nuestro, homologados por las organizaciones internacionales. Por nuestra parte, siguiendo además las normas y los principios que nos comprometimos a cumplir cuando entramos en el Consejo de Europa y en lo que eran las Comunidades Europeas, hoy la Unión Europea. Así se evitan la arbitrariedad y la tiranía.

¿Quieren decirme nuestros políticos, especialmente en la izquierda, pero no sólo en ella, cómo se puede pretender cambiar las estructuras institucionales o establecer las medidas de regeneración política que la sociedad demanda, sin un gran pacto que no conlleve dividir, otra vez, por mitades irreconciliables a la ciudadanía? ¿Podrían explicarme de dónde les viene tanto odio a quienes basan más las campañas electorales en echar al otro que en intentar convencer con sus propuestas? ¿Cómo pueden algunos líderes hablar de segunda transición para forjar una alternativa en la que sólo cabrían las distintas opciones políticas de izquierda? ¿Es posible que los últimos cuarenta años no hayan servido de nada? ¿Se va a repetir de nuevo la intolerancia que jalonó nuestra desgraciada historia constitucional?

¿Cómo quieren algunos hacer una reforma constitucional, con todo lo que conlleva, necesitada de amplias mayorías, contra una parte del espectro político? ¿Es posible, hoy en día, tener constituciones de izquierda o de derecha? ¿Ha estudiado alguien, entre nuestros políticos, cómo cada vez que, en democracia, se ha utilizado la constitución como arma arrojadiza contra el otro, el experimento ha derivado en el más rotundo de los fracasos?¿Por qué no dejamos de hacer política como si otra vez estuviéramos en las reuniones asamblearias de la muchachada universitaria? Es cierto que hubo un presidente del gobierno, en España, que dijo que cualquiera podía serlo. Así nos va a ir si continuamos creyendo tal sinsentido. Quizás sería bueno poder exigir un cierto nivel, de conocimientos, de racionalidad, de práctica democrática y de talante institucional a quien quisiera ser candidato a tal cargo. Seguramente nos iría mucho mejor. En España y en Cataluña.

¿Alguien se cree que llegar a acuerdos amplios sólo implica contar escaños y ver cómo se llega a mayorías numéricas que, logradas desde cualquier bando, lo único que pretenden es no dejar que gobierne el otro? Basta con mirar qué sucede en nuestro entorno europeo. No en Venezuela. Más cerquita, aquí mismo, al lado casi. Aquí donde cuando se hacen pactos de amplio espectro, se nombran comités de expertos mixtos y se estudian y acuerdan programas con luz y taquígrafos. En los acuerdos amplios, es necesario analizar concienzudamente en qué se coincide y en qué se discrepa, cuáles son los elementos precisos absolutamente necesarios para llegar al acuerdo y en qué puntos concretos va a ser imposible alcanzarlo. Se fijan también los objetivos mínimos e, incluso, se hace un cronograma temporal de ejecución del programa acordado, dado que, si el trabajo se hace seriamente, todos los implicados son conscientes de que todo no se consigue a la vez ni en el mismo tiempo. Pero, ¿es esto lo que aquí y ahora se está haciendo? Rotundamente no. Al menos, nadie plantea públicamente nada de esto. Sólo pretenden hacer cuentas que les salgan favorables y etiquetan al otro como contrario a abatir, a denostar y a eliminar del pacto político. A vueltas, otra vez, olvidando la Historia, con la regla de la mayoría.

Observando la vida política de los Estados de la Unión Europea, se aprecia que buena parte de ellos se rige mediante gobiernos de coalición. Ello significa que la fragmentación parlamentaria es una situación normal y que no resulta nada extraño que las distintas fuerzas políticas estudien acuerdos institucionales, los consigan y, además, los cuelguen en Internet, en la web del Gobierno normalmente. Eso es lo normal. No lo que sucede aquí, entre nosotros, donde la cultura del acuerdo brilla por su ausencia, si no se trata de un acuerdo que se cree en una parte dispuesta a jorobar a otra.

Para formar gobiernos de coalición, de cooperación o de lo que sea, porque no se tiene mayoría suficiente con los escaños de un único partido político, no basta con sumar escaños del resto de cualquier modo. Se necesita coincidir en las políticas. Se necesita una cierta homogeneidad, especialmente en la apreciación de los problemas más acuciantes y en la elaboración de respuestas ampliamente acordadas. Los gobiernos patchwork, las coaliciones o cooperaciones no fundamentadas en los mismos valores están llamados al fracaso. Ténganlo en cuenta señores políticos. Todos.

 

L’Ametlla del Vallés. A 20 de julio de 2019.


Deja un comentario